domingo, 22 de junio de 2008

Socialismo del Siglo XXI


REFUTACIONES AL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI DEL SR. DIETERICH

  (informe de la Secretaria Política del Partido Comunista Obrero Español

El llamado socialismo del siglo XXI acapara la atención de todo aquel que posee un mínimo de inquietud política. Los medios alternativos de comunicación muy solicitados por la juventud de izquierda, se prestan a su difusión. En los últimos años, Rebelión y Kaosenlared entre otros, se han convertido en la tribuna ideal, en donde teóricos y simpatizantes, se explayan con documentos, informes, ensayos, libros, etc. para demostrarnos que por fin el “ser humano” ha encontrado su salida material y espiritual al capitalismo insatisfactorio.

El socialismo del siglo XXI, en boca de sus defensores es la respuesta adecuada al sistema imperante. Su proposición se yergue por encima de los socialismos anteriores, todos fracasados históricamente por sus inconveniencias teóricas-prácticas. Si bien lograron algunos objetivos de los que precisa el ser humano para satisfacer sus necesidades materiales, en cambio, han sido nulos y perjudiciales en el terreno de la ética, de la estética y de la crítica.

Es significativo su impacto intelectual en la progresía mundial de hoy, que después de sentirse defraudada con el socialismo del siglo XX, vuelve a retomar bríos y esperanzas de cara al futuro. El socialismo del siglo XXI viene a rellenar el vacío ideológico producido por la caída del muro de Berlín. Por esta razón, puede ser lógico que haya prendido, no solo en los desconsolados que buscan el sosiego en su estado de ánimo sino que  además,  en  opinión  de  sus  apologistas, su frescura es un espléndido utensilio que nos ayuda a interpretar fielmente los acontecimientos que se suceden a diario en el mundo; aunque, dedica más interés al área latinoamericana, que es el sitio donde dicen que mayor número de datos se registran favorables a sus tesis.

Fuera de cuanto representa a un dogma, el socialismo del siglo XXI, no se tiene por un pensamiento acabado, en cuanto ofrece la oportunidad a los estudiosos de aportar argumentos y de enriquecer su ya lujoso contenido.

Un partido comunista que se precie de marxista-leninista, contrae la obligación de estar atento a todo lo que sea novedoso en el campo de las ciencias sociales, si de verdad quiere actualizarse y constatar la certeza de su política y la justeza de sus tácticas.

Con esta importante precisión, nos proponemos estudiar el socialismo del siglo XXI y ver con nuestros propios ojos si realmente supera lo anterior, es decir, al antiguo socialismo del siglo XX y comprobar in sito, si es cierto que las teorías marxistas-leninistas han quedo anticuadas, como se ha aventurado a afirmar el Sr. Chávez, uno de los más prestigiosos líderes de América Latina, que mas confianza tiene en el nuevo sistema socioeconómico. El propio Chávez ha sugerido a los dirigentes cubanos la idea de que en la isla se someta a debate el socialismo del siglo XXI, con lo cual queda demostrada la importancia de las nuevas teorías y el afán de que se extienda su influencia por parte de sus progenitores.

Y qué mejor para el estudio de sus esencias que analizar el libro que da origen y literatura al “Nuevo Proyecto Histórico”. Nos referimos a la obra de Heinz Dieterich Steffan titulada “Socialismo del Siglo XXI”.

 

SOBRE EL “SOCIALISMO DEL SIGLO XXI” DEHEINZ DIETERICH STEFFAN

El libro aspira a compendiar todo el saber que emana de la evolución social de la humanidad. No tiene límites de presunción y de osadía. Su terminología a la más pura tradición burguesa se sirve de todos los recovecos que le son beneficiosos para no tener que emplear con demasiada frecuencia conceptos en claves marxistas. Sus idas y venidas, sus rodeos, persiguen un solo y único propósito, omitir la existencia de la clase obrera y casi, casi lo consigue.

Términos como países pobres, países ricos, elite, trabajo, humanidad, democracia formal, democracia participativa, plutocracia, Estado no-clasista, etc. se suceden una y otra vez para introducirnos en un mundo en el que no tiene cabida capitalismo monopolista de Estado, democracia burguesa, partido para la revolución, dictadura del proletariado. Es decir, todo cuanto deviene del contenido de clases de la sociedad, se oculta como si jamás hubiese tenido sentido, o mucho peor, como si nunca hubiesen tenido existencia ni real ni literaria. Con esta táctica evita tener que enfrentarse a dicha terminología y de ocuparse en la desagradable tarea de tener que refutarlas directamente. Lo hace por omisión, porque va dirigido a un público ignorante y preñado de simbología burguesa.

Esta es la razón que explica que conceptos vitales para la comprensión del socialismo, como Estado, nación, fuerzas motrices de la revolución, socialismo y otros aparezcan desclasados, desnaturalizados.

El desafío es impresionante. El libro es una impugnación en toda regla al marxismo, cuya táctica es exponer frases, palabras, poquísimas tesis de Marx, que son introducidas para embaucar,   porque   los   dos  principios   marxistas  esenciales, dictadura del proletariado y hegemonía de la clase obrera, son repudiados, a conciencia de que constituyen sus elementos revolucionarios.

La trampa consiste en trocear el marxismo por medio del aislamiento entre sus partes integrantes. De esta forma, transmite la sensación de ser una doctrina o un sistema desorganizado e inarmónico, en el que existen cosas aprovechables (las menos marxistas porque provienen del campo de la ideología burguesa –valor-) y donde también, hay contenidos rechazables (las que conforman su carácter revolucionario –dictadura del proletariado-).

En el prólogo a la edición mejicana podemos extraer ya con total seguridad el cimiento teórico que da vida a la sociedad propuesta por el autor, cuyas bases ideológicas pretenden enterrar definitivamente, tanto a la “plutocracia” y “al estado clasista”, como también al socialismo “realmente existente”
               
“Ninguno de los tres flagelos de la humanidad —miseria, guerra y dominación—   es casual obra del azar. Todos son resultados inevitables de la institucionalidad que sostiene a la civilización del capital: la economía nacional de mercado, el Estado clasista y la democracia plutocrática formal. Esta institucionalidad no es conducente a que el ser humano actúe de manera ética, crítica y estética, sino que fomenta sistemáticamente los anti-valores del egoísmo, del poder y de la explotación. Es la doble deficiencia estructural de la sociedad burguesa —ser anti-ética y, disfuncional para las necesidades de las mayorías— que la hace obsoleta y la condena a ser sustituida por el Socialismo del siglo XXI y su nueva institucionalidad: la democracia participativa, la economía democráticamente planificada de equivalencias, el Estado no-clasista y, como consecuencia, el ciudadano racional-ético-estético. El renacimiento de una praxis liberadora que avanza hacia la sociedad postcapitalista se manifiesta en múltiples rebeliones y movimientos populares que abarcan desde el Zapatismo en México, el Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil, la revolución bolivariana en Venezuela, el levantamiento indígena-popular-militar en Ecuador, el “argentinazo” del 20 de diciembre, hasta las protestas de Seattle y Génova. Y esta ola de rebeldía empieza a impactar en las universidades, donde se observan los primeros rebrotes de la teoría crítica del futuro, mientras, desde otra trinchera, la heroica lucha de la Revolución Cubana se integra al socialismo del siglo XXI, practicando cada vez más elementos de la democracia participativa. No hay motivo, por lo tanto, de resignarse ante la trilogía horrorizante del capital —miseria, guerra y dominación— que desaparecerá con el fin definitivo de la burguesía que es, al mismo tiempo, el fin de la prehistoria humana”.

El presente prólogo es el resultado del esfuerzo extraordinario que ha realizado su autor, para hacer desaparecer por completo a la clase obrera, como sujeto de la  revolución anticapitalista, a la que ha sustituido desde el  principio, por unas “mayorías” imprecisas. Pero no se trata simplemente de una sustitución de términos sinónimos como sugiere la redacción, para modernizar la verba. Es una abjuración en toda regla que se convierte en leitmotiv del nuevo “Socialismo del Siglo XXI” que engarza ajustada al inefable Estado no-clasista, que según parece dotará al ser humano de su condición de ciudadano racional-ético-estético.

Para llevar un ritmo y protegernos de las desviaciones innecesarias, que harían interminables nuestras refutaciones, preferimos abordar aquellos conceptos, que para nosotros son cardinales a la hora de explicar el proceso revolucionario hacia el socialismo.

 

 

Democracia y Estado

           El Sr. Dieterich influenciado por la ideología burguesa, en momentos delicados para el pensamiento revolucionario dado al fracaso  del  socialismo  en  los  países   de Europa del Este, está obligado a hacer uso de una perorata marrullera, si quiere que su socialismo del siglo XXI, tenga un mínimo de coherencia,  la que busca apasionadamente en la cultura capitalista.

El punto de vista de la democracia del Sr. Dieterich, no tributa ninguna aportación moderna al problema del socialismo. Como en tantos casos anteriores se corresponde con la negación de la dictadura del proletariado. Por más vueltas que le de al asunto, el socialismo del siglo XXI, es la versión moderna de las posiciones que mantuvo Kautsky respecto del principio de la dictadura del proletariado y es también la prolongación o consecuencia de la degeneración que sufrió el Movimiento Comunista Internacional, allá por las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado, cuando una cantidad importante de partidos atacados por el revisionismo, introdujeron el elemento “profundización de la democracia” que consistía en pasar del capitalismo al socialismo por vía parlamentaria, en un proceso en el que se iría ampliando la “democracia”.

Una posición que ayer como hoy explica el por qué el revisionismo no añade a la democracia el calificativo o apellido que la identifica. Los partidos comunistas evitaban el término democracia burguesa el que sustituían por el genérico de democracia para no ser revocados fácilmente. No era lógico ni ético para un comunista por muy reformista, admitir que el socialismo devendría de la democracia burguesa y no como efecto del rompimiento con el capitalismo. Dieterich, ni siquiera lo oculta en esta ocasión. Eso sí tiene el “valor” de mostrárnoslo como el último grito de las ciencias sociales:

           “La única aportación histórica trascendental de la burguesía para avanzar la convivencia política hacia una sociedad más justa, es el Estado de Derecho, en sus elementos claves: la constitución, la división de poderes y los derechos formales. Todas estas medidas son antiabsolutistas. Su intensión es la reglamentación política de la relación de poder entre el Leviatán estatal y el ciudadano, mediante la delimitación negativa de las facultades del primero. Dado que el problema del excesivo poder del Estado existirá mientras haya sociedades de clase, la negación de la democracia formal sólo puede beneficiar al Estado y a las elites en el poder, no al ciudadano. Por lo tanto, la conclusión es lógica: los derechos democrático-formales son una condición imprescindible y necesaria, pero no suficiente, para la sociedad democrática del futuro; no deben sustituirse, sino ampliarse hacia los derechos sociales participativos

En lo referente a la democracia participativa, apreciamos que al formularla con tanta reiteración, es como si el Sr. Dieterich sintiese la magnifica sensación de haber resuelto el problema vital del socialismo. Es tanto el empeño que deposita en su defensa que bien merece la pena examinarla con detenimiento. Nuestro autor dice:

“El concepto “democracia participativa se refiere a la capacidad de la mayoría ciudadana de decidir sobre los principales asuntos públicos de la nación. En este sentido se trata de una ampliación cualitativa de la democracia formal, en la cual el único poder de decisión política reside en el sufragio periódico por partidos-personajes políticos. En la democracia participativa, dicha capacidad no será coyuntural y exclusiva de la esfera política, sino permanente y extensiva a todas las esferas de la vida social, desde las fábricas y los cuarteles hasta las universidades y medios de comunicación. Se trata del fin de la democracia representativa —en realidad sustitutiva— y su superación por la democracia directa o plebiscitaria. El parlamento y el sistema electoral de la partidocracia, como los conocemos hoy, son controlados por las elites económicas y no tendrán lugar en la democracia futura. Lo mismo es válido para los monopolios de la adoctrinación (televisión, radio y prensa) y de la producción. La gran empresa privada —que en términos organizativos es una tiranía privada con estructura militar— es incompatible con una democracia real y desaparecerá como tal. Y el Estado, cual organización de clase, irá por el mismo camino”.

                Mas adelante el Sr. Dieterich sentencia:

“…la democratización del sistema burgués equivalente a su negación, porque su carácter predominantemente plutocrático es incompatible con la democracia real en lo político, económico, cultural y militar. La democracia real es el fin de la civilización del capital.

Como quiera que sería ininteligible abordar el concepto democracia separado del de Estado, preferimos abarcar ambos términos y profundizar en su interrelación, leamos previamente al Sr. Dieterich:

“… Cuando sucede esto, el proto-Estado sufre un cambio cualitativo. Su razón de origen, ser administrador de las funciones comunes de la sociedad, se vuelve secundaria. Su nueva razón de ser, la primordial y determinante, consiste en la defensa de los intereses de la elite económica y la protección de los sistemas de explotación y dominación de esta elite. De un comité o instancia de interés público, de la representación de la voluntad general del pueblo, se convierte en un Estado al servicio de la voluntad particular de la clase dominante y, por lo tanto, en un Estado de clase.
Este es el significado del Estado clasista que históricamente sustituyó al proto-Estado hace alrededor de seis mil años y que desaparecerá con la democracia participativa. En su lugar habrá una nueva autoridad pública que priorizará los intereses generales y que, al perder sus funciones de clase pierde su identidad represiva. La noción de representatividad de los gobernantes que en la plutocracia burguesa es esencialmente demagógica, recobrará entonces su auténtico sentido político, en las funciones públicas que requieren de la representación”

Ya tenemos todos los elementos con los que el Sr. Dieterich juega para establecer el proceso de cambio desde la democracia  formal  hasta el estado no-clasista, que se sustantiva en   la   democracia   participativa,   que   a  su  vez  identifica al Socialismo  del  siglo  XXI  y  si  mal  no  hemos  entendido   el proceso es el siguiente:

                Al burgués no le interesa la democracia formal, por lo que su negación le vendría bien a él, pero no a la mayoría de ciudadanos, que deben utilizar dicha democracia formal, como madre que ha de parir y convivir con la democracia participativa. La llegada de ésta significa varias cosas, el fin de la civilización capitalista, la sustitución del Estado clasista que sostenía a la burguesía, por el Estado no clasista. Tanto la democracia participativa (directa o real) como el estado no-clasista son los rasgos distintivos del socialismo del siglo XXI. Más elementos revisionistas no se pueden reunir en un solo pensamiento.

                Debemos comenzar recordando que democracia y Estado son dos fenómenos históricos propios de las sociedades divididas en clases antagónicas, y que en ambos casos significan poder. De no haber aparecido nunca las clases sociales antagónicas, tampoco hubiesen existido democracia y Estado. El poder de la democracia se configura y se consolida con la violencia del Estado que le corresponde. Así pues, las dos fórmulas de poder son clasistas y no se puede entender fuera de las sociedades sin clases. Ni la democracia, ni el Estado son frutos de la voluntad del hombre, las dos son engendradas por la lucha de clases.

                Establecido el criterio clasista de la democracia y el poder, procede recordar también, que a través de la historia se nos muestra la evidencia de que cada clase, construye su democracia, o sea, sus instituciones a propósitos para ejercer su poder y fabrica también el tipo de Estado, que va a legalizar con la violencia su democracia o forma política del poder. Basándonos en esta realidad histórica, llegamos a la conclusión, que tanto la democracia como el Estado que corresponde a una determinada clase dominante, han resultado siempre inservibles para que la nueva clase entronizada pudiera asegurar su poder y su violencia. La democracia y el Estado esclavistas tuvieron que ser destruidas para dar paso a la democracia y al Estado feudalista. Igualmente sucedió con la feudalista en relación con la capitalista. La burguesía arremetió contra todas las instituciones que amparaban el dominio de la nobleza y el de los terratenientes por obsoletas e inadecuadas a sus intereses. Más cuando decimos anular o negar a su contrario, decimos implícitamente a todas las instituciones, incluido el ejército y todas las fuerzas represivas.

                Durante el tiempo de vigencia de la sociedad burguesa, no aparece ni un solo indicio de que esta ley de sucesión entre clases deba ser alterada. Y ejemplos de lo contrario, sí que tenemos y en abundancia. El más elocuente nos lo ofrece la experiencia chilena. Salvador Allende pretendió, inspirado en el deseo y basándose en la buena voluntad y tolerancia del enemigo, profundizar en la democracia capitalista, manteniendo el ejército y el sistema electoral burgués (parlamento) además de las administraciones políticas e instituciones represivas. Era pues natural, que al quitarle los medios de producción al burgués, mientras éste mantenía todo el poder político y represivo intactos, que el sistema reaccionase violentamente ante un cuerpo rebelde, al que siempre ha tenido bajo su control. Sin quererlo, solo por ignorar las leyes que rigen el devenir de la sociedad humana, Salvador Allende entregó su pueblo al sacrificio más horrendo sin opción a defenderse de él.

                También tenemos ejemplos ilustrativos de tránsitos desde el capitalismo al socialismo, en los que el proletariado ha destruido parcialmente el Estado burgués, dejando intocables las instituciones administrativas. Al final éstas se convirtieron en el vehículo para que los elementos burgueses supervivientes, pudieran organizarse y destruir el socialismo desde dentro (Polonia, Checoslovaquia…)

                Más cercano al socialismo del siglo XXI, hemos experimentado el derrumbamiento del proceso revolucionario de  Nicaragua. Tras la victoria de los rebeldes guerrilleros sobre la dictadura de Somoza, lo perdieron todo en unas elecciones parlamentarias burguesas.

No nos hacemos la idea de cómo el Sr. Dieterich va a conseguir la implantación de la democracia participativa ¿Cómo se aniquila a la burguesía, sin cortarle su aliento, sin destruir el instrumento que le da la existencia? ¿Qué fuerzas lo hará posible y qué clase de partido las dirigirá? Como veremos en otro apartado, a estas preguntas el Sr. Dieterich no da respuesta. Eso sí se encarga fehacientemente de desnaturalizar o desclasar el concepto democracia y de desvirtuar el contenido del Estado (Estado no-clasista) Por eso el autor descalifica a la clase obrera actual, en la única vez que la cita, para convertirse en la dirección del proceso revolucionario. Porque en el fondo para el Sr. Dieterich y sus seguidores, las clases, la lucha de clases se ha terminado y todo aquello que fue originado por la colisión entre las clases, carecen ya de sentido (partido revolucionario, clase obrera, dictadura del proletariado) Y continuando por la dirección que han tomado sus teorías “novedosas” no le queda otra razón que negar la dialéctica aplicada a la sociedad, fundamentalmente la ley de la lucha de contrarios, que es sustituida por una contradicción semántica, con propensión morbosa a inmovilizar a la fuerza mas potente y dinámica de la sociedad capitalista, la clase obrera.

Dice que a la civilización capitalista la mata la democracia participativa, pero conservando el instrumento de poder de la burguesía (democracia formal) ¿Qué es esto? Sencillamente abjurar de la dictadura del proletariado. Se percibe desde lejos, que nuestro revisionista, por cualquier lado que tirase siempre le saldría como solución natural y definitiva la dictadura del proletariado o democracia obrera y tuvo que inventarse la negación entre tipos de democracias prescindiendo de las clases a las que pertenece cada una. Pero la cuestión es escribir un libro oportunista que reporte beneficios aprovechando el grado de conciencia y de cultura de clase actual.

Las fuerzas motrices de la historia no son las formas políticas de gobierno, sino la lucha de clases. El Sr. Dieterich lo admite hasta el sistema capitalista, ¿por qué no lo asume para derrumbar el capitalismo? Por fin tenemos la explicación del silencio del autor acerca  de los conceptos marxistas. ¿Por qué no emplea los términos “democracia burguesa” y “Estado capitalista”? ¿Por qué los suplanta por democracia formal y estado clasista? ¿Por simple estética literaria? Está claro que no. Porque si los emplease, los conceptos democracia y Estado clasista adquirirían sus auténticas dimensiones y nuestro teórico tendría que explicitar, con total concreción cuáles son sus antítesis, las que tienen la misión de anularlas en el proceso histórico. Decir estado burgués y democracia burguesa, obliga a decir también, qué clase o clases contrarias, están llamadas a negarlas y a construir su propia sociedad. Y dentro de la dialéctica de las clases, no podría  propugnar como Estado antitético del Estado burgués el Estado no-clasista, que en modo alguno puede ser su contradicción. No tendría escapatoria. La clase obrera, por su volumen, por ser la más moderna, la más organizada, la más productora, además de materializar la contradicción fundamental en el proceso productivo respecto de la burguesía, ocuparía, sin duda, el lugar privilegiado en el proceso revolucionario. Pero el Sr. Dieterich se escapa huidizo como un reformista inescrupuloso, oponiendo el utópico Estado no-clasista al Estado clasista, que aparece como la respuesta a una  contradicción  verbal,  pero  no  de  clase.  Ignominia   tras ignominia,  como  siempre  el  reformismo  intenta  encubrir  su traición. En el fondo lo que subyace es que el socialismo del siglo XXI, como afirmamos anteriormente, niega la lucha de clases.

 

 

Relación democracia, Estado no-clasista y Socialismo del siglo XXI
               
Al proponer el estado no-clasista el Sr. Dieterich cae definitivamente en el bando burgués. Es inconcebible figurarse al Estado sin su contenido de clase que lo vivifica y lo santifica. Significaría volver la espalda a la historia. El Estado surgió tras  la aparición de la propiedad privada, con la que brotan las clases  antagónicas, que encarnan la explotación del hombre por el hombre y solo cuando desaparezcan éstas que constituyen las condiciones que le alumbra y le sostiene, el Estado se extinguirá. Pero no cabe posibilidad alguna, de que se transforme de Estado clasista en no clasista, ésta es una concepción anticientífica, que confunde al proletariado y le impide construir su propio Estado o instrumentos para reprimir a la burguesía. Pues el Estado es un órgano de represión de la clase en el poder sobre sus enemigas. En el mismo momento en que el Estado deje de ser un aparato para la represión clasista, dejaría de ser Estado. No cabe ninguna enmienda, el Estado clasista es una redundancia. El concepto Estado ya contiene en sí mismo el adjetivo clasista. Pero el Estado no-clasista es absolutamente una falacia. Cuando el Sr. Dieterich,  emplea el Estado no-clasista, está ocultando que se trata en verdad de un Estado “multiclasista”, pero no se atreve a tanto.

                Para Marx, Engels y Lenin, el Estado es sinónimo de la violencia:

 “Nuestro nuevo Estado naciente, es también un Estado pues necesitamos de destacamentos de hombres armados, necesitamos del orden más severo, necesitamos recurrir a la violencia para reprimir despiadadamente todos los intentos de la contrarrevolución, ya sea zarista o burguesa, a la manera de Guchkov”  Las Tesis de Abril-Lenin.

                Al liberar al Estado de su condición violenta, el Sr. Dieterich abjura de la Dictadura de la Proletariado y este es otro motivo por el que priva a la clase obrera del privilegio de erigirse en el sujeto director de la revolución anticapitalista.

”La clase obrera seguirá siendo un destacamento fundamental dentro de esta comunidad de víctimas, pero probablemente no constituirá su fuerza hegemónica”

                Esto es todo cuanto el libro contiene que haga mención a la clase obrera actual.
                La relación entre democracia, Estado y socialismo es maltratada hasta herirla de muerte por el Sr. Dieterich. Respecto de la democracia participativa, su formulación sería correcta, si se contemplase en su marco natural, en el de la lucha de clases. Superada ésta, es decir, en una sociedad sin clases no se puede entender la existencia de la democracia, ni participativa, ni de ningún otro tipo.

                “hay que mirar hacia delante, hacia la nueva democracia naciente, que va dejando ya de ser democracia, pues democracia significa dominación del pueblo, y el propio pueblo armado no puede dominar sobre sí mismo
                La palabra “”democracia””, aplicada al Partido Comunista, no es solo científicamente inexacta. Después de marzo de 1917, es una anteojera puesta al pueblo revolucionario que le impide emprender con libertad,  intrepidez y  propia  iniciativa la  edificación de  lo  nuevo: Los Soviets de diputados obreros, campesinos, etc. etc. como único poder dentro del “Estado”, como precursor de la “extinción” de todo Estado. Las Tesis de Abril.-Lenin.

                Consecuente con las tesis de Lenin, la democracia del tipo que sea, no es congruente con el socialismo ya sin clases, mas bien todo lo contrario, el socialismo es el enterrador de la democracia, porque significa existencia de clases sociales contrarias y antagónicas. La democracia participativa no indica el valor del socialismo, solo el estadio (donde aún existen clases) en que éste se encuentra.

                Distinguir la democracia participativa o no, como buena o mala, para sostener el criterio de si el socialismo que lo aplica es real o no, es una barbaridad y solo es posible en un sistema producto de la utopía, a saber, socialismo del siglo XXI, Estado no-clasista y por último la democracia participativa. Uno a otro se excluye sin que lo sepa el Sr. Dieterich.
                El Sr. Dieterich da un salto en el vacío ¿Ignorancia? No la lógica del renegado. Lo que él llama democracia participativa y que en su sistema adquiere el rasgo distintivo del socialismo, viene a sustituir la etapa de transición o Dictadura del Proletariado (primera etapa del socialismo) de Marx, Engels y Lenin, pero con una diferencia clara, mientras que estos se sujetan a Ley y destacan en la democracia su naturaleza de clase, para el Sr. Dieterich la Dictadura del Proletariado es un período superado por antidemocrático, por inservible y de ahí que sitúa la democracia participativa en el lugar inapropiado (socialismo) La democracia es inherente a la Dictadura del proletariado, pero nunca al socialismo que la niega y mucho menos puede constituir su centro gravitatorio.

          Resulta muy ilustrador que entre los argumentos utilizados por el autor para demostrar que existe la necesidad del socialismo del siglo XXI, registre el hecho de que Cuba va incorporando la democracia participativa en su sistema:

“, la heroica lucha de la Revolución Cubana se integra al socialismo del siglo XXI, practicando cada vez más elementos de la democracia participativa”

                Indudablemente el Sr. Dieterich se ha tomado en serio el prurito de creerse el inventor de la fórmula de la democracia directa o participativa con la que sustantiva la aportación más novedosa e importante del socialismo del Siglo XXI.

                La pregunta que infiere su opinión sobre Cuba es la siguiente ¿La aparición de la democracia participativa, significa el rompimiento con el pasado revolucionario y su adscripción al socialismo del siglo XXI, o por el contrario, es un reajuste del sistema socialista cubano y una aproximación al socialismo de Marx, Engel y Lenin?.

                Cuba es una singularidad que tras la revolución experimentó un desarrollo considerable pero sin cimientos consolidados, “gracias” a su relación con la Unión Soviética. Cuba tuvo que ajustarse en el decurso de su historia socialista (dictadura del proletariado) a los “cánones” de la democracia obrera para ser congruente. Ahora bien si el Sr. Dieterich estima que una tal evolución es para adecuarse al Socialismo del siglo XXI. Allá él. Sin embargo, no es lo que parece, pues si en este libro, la democracia participativa de Cuba merece sus alabanzas, se las quita después, en su crítica al discurso de Fidel, cuando éste hizo pública sus reflexiones en La Universidad de La Habana el 17 de Noviembre del 2005.

En  esta  ocasión  aprovecha  la  denuncia  llevada a cabo  por  Fidel  acerca  de  los  errores  y vicios que se cometen en la sociedad cubana, para arremeter subrepticiamente  contra  la  democracia de la isla, mostrando su verdadera  cara  oportunista. El Sr. Dieterich pide para Cuba elecciones  periódicas y la presencia del parlamento (democracia formal) ¿Dónde queda pues, la democracia participativa cubana como consecuencia de su acercamiento al socialismo del siglo XXI? Como vulgar oportunista, el autor penetra por cualquier resquicio para ir paulatinamente elaborando su traición de forma inadvertida.

                Su discurso “ultramoderno” no se sostiene en pié ante la historia. Mucho antes del siglo XXI e incluso del siglo XX, se produce la primera experiencia de la democracia participativa  (Dictadura del proletariado) en la Comuna de París y posteriormente en la Unión Soviética, cuyos rasgos no eran solo sus formas electorales y de participación en las tareas de gobierno, sino en la configuración de todo el estado: ejército popular, policía no alejada del pueblo… (Poder de los trabajadores=democracia “participativa”) Ambas “democracias participativas” precedieron a la sociedad socialista. ¿Por qué fallaron? La primera por no instaurar todos los elementos constitutivos de la dictadura del proletariado, la segunda porque a lo largo de los años desnaturalizó la dictadura del proletariado. Pero es evidente que la “democracia participativa”, existió antes del socialismo del siglo XXI y en el lugar adecuado. Recordemos lo que decía Lenin al respecto en “Las tareas inmediatas del poder soviético”

              “El carácter socialista de la democracia soviética –es decir, proletaria, en su aplicación concreta presente- consiste, primero, en que los electores son las masas trabajadoras y explotadas, quedando excluida la burguesía; segundo, en que desaparecen todas las formalidades y restricciones burocráticas en las elecciones: las propias masas determinan las normas y el plazo de las elecciones, gozando de plena libertad para revocar a los elegidos; tercero, en que se crea la mejor organización de masas  de la  vanguardia  trabajadora,  del proletariado de la gran industria, la  cual  le  permite dirigir  a las  más vastas masas  de explotados, incorporarlas  a  una  vida  política  independiente  y   educarlas
en el aspecto político, basándose en su propia experiencia; en que, de este modo se aborda por vez primera la tarea de que aprenda a gobernar y comience a gobernar realmente toda la población”

                La diferencia es que el Sr. Dieterich propugna un socialismo interclasista por tal motivo predica la combinación de la democracia formal con la democracia participativa y Lenin por el contrario le niega la participación a la burguesía, no ya en el socialismo sino antes, en la Dictadura del proletariado.

 

Clases motrices de la revolución. (Los sujetos del cambio según el libro)

                “…Considerar al proletariado como única clase capaz de llevar a cabo la emancipación, no es resultado de un dogmatismo o romanticismo de Marx y Engels, sino la conclusión correcta de un análisis científico sobre estructura de clase de sociedad burguesa, en su tiempo”

                Apreciación correcta que se complementa con este otro que se refiere al descubrimiento por parte de Marx y Engels de la explotación burguesa:

                “Diferenciado primero en valor de uso y valor de cambio, después en valor y plusvalor, Marx y Engels descubren el secreto de la explotación burguesa. El capitalista compra la fuerza de trabajo para jornadas fijas, digamos ocho horas; pero el valor que necesita generar para “amortizar” el salario de esa jornada, lo produce en una fracción de la jornada, supongamos, en seis horas. Las dos horas restantes generan el plus valor –es decir, el excedente sobre el salario- con el que se queda el capitalista”.

                Tenemos pues  que  el Sr. Dieterich  valora positivamente dos  aspectos  importantes  del marxismo, pero no los revolucionarios, pues se circunscriben a interpretar la sociedad burguesa y a deducir la clase que la niega. Al final, ambos descubrimientos pasan a mejor vida, porque supuestamente Marx y Engels fueron incapaces de planificar la sociedad socialista, invalidándose así mismo su proyecto, dada su imposibilidad histórica. Con este criterio aleja cualquier sospecha de antimarxismo, a la vez que se separa totalmente de él, porque al imputarles a los creadores del marxismo su imposibilidad por razones de la limitación técnica y científica de su época, de planificar la futura sociedad socialista, determina el fracaso de la Unión Soviética. De lo que se deduce que la URSS y demás países socialistas sucumbieron, no por defectos propios y alejarse de los principios, no por ser derrotados en la lucha de clases contra el imperialismo, si no por aplicar el marxismo.

                “Esa incapacidad objetiva de fundamentar la economía de la nueva sociedad sobre una base cualitativamente diferente a la de la economía nacional de mercado, hizo imposible el salto cuántico del sistema y permitió la involución de la Unión Soviética”

Por consiguiente el marxismo no vale. Favor extraordinario a la burguesía. Y todas las teorías anteriormente valoradas por el autor como positivas quedan guardadas en el cajón de los recuerdos.

El rechazo al marxismo, podría tener una lógica, si el análisis fuese sincero, esto equivaldría a decir, que la historia ha demostrado de qué forma se despoja al capitalista de su poder, por tanto, reconocer que ha sido con el advenimiento de la dictadura del proletariado. El problema radicaría después, en cuál debería ser la planificación económica de ésta como período transitorio y posteriormente en el socialismo sin clases camino hacia el comunismo.  Significaría  marchar   con   la   historia   y  cabe,  por supuesto,  el  debate  después de  las  experiencias  sufridas  de cómo avanzar hacia el socialismo una vez que el proletariado alcanza el poder. Pero no se trata de esto, sino de todo lo contrario, como no se sabe que hay que hacer en el futuro enterramos el pasado por muy válido que haya sido, basta con honrar su existencia en un homenaje póstumo.

                Pero ¿en que fallaron los teóricos del marxismo? Ya nos lo ha dicho, las limitaciones técnicos científicas de su época, les incapacita para comprender la economía socialista, que posteriormente sus seguidores, mas empeñados por necesidades en las tareas prácticas de la revolución, no pudieron profundizar en la teoría del socialismo

“no le proporcionan a la teoría del socialismo revolucionario nuevas fuerzas teóricas,…En consecuencia, carecemos de una teoría socialista para el siglo XXI que pueda guiar las luchas de transición hacia el triunfo de las mayorías”

Y esa teoría que faltaba “La economía planificada de equivalencias”  por fin ha sido descubierta por Arno Peters y queda asumida por el Sr. Dieterich, como la panacea universal. ¿En qué consiste?

 

 

La economía planificada de equivalencias
               
                En castellano quiere decir que el valor de un producto se mide por el trabajo socialmente necesario para su elaboración, la diferencia entre el valor real de la mercancía y su precio de mercado, la plusvalía, se la apodera gratuitamente el burgués y ésta es la causa de la explotación, tal como dijeran Marx y Engels. Por lo tanto, en una sociedad en la que no interviene la economía de mercado, el trabajador debe recibir como salario el equivalente  a  su   aportación, a  su trabajo,  una  vez deducidos todos los gastos pertinentes para el mantenimiento de la sociedad. Pero esta equivalencia entre el trabajo aportado y  el salario recibido no se dio en los países socialistas, porque no existía ni ciencia ni técnica que permitiera el cálculo del trabajo real realizado por el obrero, y hubo que emplear como referencia el precio de las mercancías en el mercado internacional, de lo que tanto el Sr. Peters como el Sr. Dieterich suponen que en los países socialistas no se había acabado con la explotación, pues el obrero no recibía el producto de su trabajo, siendo el motivo para la involución de la URSS y en general del campo del socialismo.

                El Sr. Peters acota una observación muy importante:

                “Desde 1917 se iniciaron una serie de revoluciones que, en principio, se distinguieron de todas las anteriores: tuvieron éxito porque lograron un acercamiento a la equivalencia. Sin embargo, los países comunistas no debieron haber parado en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Tenían que realizar el canje de mercancías a su valor real (suma de todo el tiempo laborado contenido en él) y tenían que efectuar la remuneración únicamente conforme a la suma del tiempo de trabajo invertido individualmente; quiere decir, que su economía tenía que hacer equivalente. Pero ningún país podía lograr esto, si no le seguía el resto del mundo, ya que el principio de la equivalencia a largo plazo sólo puede realizarse a nivel mundial

Es decir, ahora se desdice, ya no se trata de que unas ciencias y tecnologías insuficientemente desarrolladas les impidieran a los países socialistas llevar a la práctica la economía de equivalencia.

                En primer lugar diremos que antes que el Sr. Peters, Carlos Marx, explicó y bien claro la economía equivalente y cómo debería tratarse la distribución  del producto del trabajo en el periodo de la dictadura del proletariado y después en el comunismo. Pero los Sres. Peters y Dieterich, al no reconocer la dictadura  del  proletariado soslayan cuanto dijo Marx  sobre ella y criminalizan al socialismo por no cumplir con la economía de equivalencias, cuando lo que están juzgando, cuando lo que tienen delante de sí es la dictadura del proletariado.

                “De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunistas que se ha desarrollado sobre su propia base, sino de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede…Por eso el derecho igual sigue siendo aquí, en principio, el derecho burgués, aunque ahora el principio y la práctica ya no se tiran de los pelos, mientras que en el régimen de intercambio de mercancías, el intercambio de equivalentes no se da más que como término medio, y no en los casos individuales.
                A pesar de este progreso, este derecho igual sigue llevando implícita una limitación burguesa. El derecho de los productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad aquí, consiste en que se mide por el mismo rasero: por el trabajo.
                Pero unos individuos son superiores física o intelectualmente a otros y rinden, pues, en el mismo tiempo, más trabajo, o pueden trabajar más tiempo; y el trabajo para servir de medida tiene que determinarse en cuanto a su duración o intensidad; de otro modo dejar de ser una medida. Este derecho igual es un derecho desigual para trabajo desigual…. Unos obreros están casados y otros no; unos tienen mas hijos que otros etc. A igual trabajo y, por consiguiente, al igual participación en el fondo social de consumo, unos obtienen de hecho más que otros etc… Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento
             En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadota de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y  corran a  chorro  lleno  los  manantiales  de  la      riqueza colectiva,   sólo   entonces   podrá    rebasarse   totalmente   el   estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!  Critica del Programa de GHOTA.- C. Marx

Es evidente que Marx pronostica para la dictadura del proletariado, para el socialismo y también para el comunismo, naturalmente, en términos muy genéricos, las diferentes formas de distribución del producto del trabajo, pero en todo caso, aun teniendo como referencia el cambio equivalente, considera que llevarlo hasta sus últimas consecuencias no procede, para evitar desajustes, a la postre injusticia, aunque en el comunismo, ya no es precisa la relación de equivalencia.

                De todas formas las tesis del socialismo del siglo XXI, nos coloca en una situación difícil, peor aún, de utopía. Según se desprende, el socialismo del siglo XX, no podía llevar a cabo la economía equivalente, por carencias técnico-científicas, pero al mismo tiempo nos dice que no se puede imponer por ser un concepto universal

“ya que el principio de la equivalencia a largo plazo sólo puede realizarse a nivel mundial”

                Por lo que se ve de ninguna de las maneras es posible. Al igual que el trotskismo nos lleva a un callejón sin salida, hasta que el mundo sea socialista.

                Antes de abandonar este apartado, es conveniente hacer un alto en el camino y enfrentarnos a argumentos muy comunes, que también se vierten en este libro por activa y por pasiva. Es de opinión general que la URSS y el campo del socialismo sucumbieron por la aplicación del marxismo, por imponer la dictadura del proletariado, de ahí la necesidad de hallar nuevas fórmulas para acceder al socialismo. Opiniones que suelen finiquitarse con la proposición   de  la  vía  parlamentaria  y  con medidas eclécticas, mezcolanza de capitalismo y socialismo. Nuestro partido persiste en la idea que una de las causas, la fundamental, es que los partidos y los estados se apartaron del marxismo, no materializaron la dictadura del proletariado como la habían concebido Marx, Engel y Lenin. En otros casos, después de ceñirse al marxismo, los países acabaron desnaturalizando su contenido.

                Recordando las experiencias de 1956 en Hungría, Janos Kadar  secretario general del Partido Socialista Obrero Hungaro comentó al respecto:

                La victoria relativamente pacífica de la revolución socialista dio a la burguesía húngara la siguiente ventaja: aunque fue liquidada su base económica, su poder, como resultado de la expropiación, conservó no obstante, en un amplio sentido, sus cuadros y un papel político activo. A ello contribuyó el hecho de que, dado el carácter específico de nuestro desarrollo, no destruimos inmediatamente después de 1945 el aparato estatal burgués, salvo la policía y el ejército, sino que lo fuimos transformando. De este modo durante un período relativamente largo y en forma considerable, la burguesía pudo conservar incluso su influencia en la administración estatal y en las decisiones de problemas económicos y culturales.
                He ahí por qué, después del 23 de Octubre de 1956, la burguesía supo, en unos cuantos días y de forma suficientemente eficaz, organizar de nuevo sus filas y actuar como una fuerza política activa”

                Pero el problema en los países del Este comienza desde el mismo momento en que se inicia la planificación de la nueva sociedad, que en no pocos países fueron auspiciadas por burgueses.

El primer plan quinquenal de Polonia fue en opinión de su economista ejecutor Kaldor, como “una mezcla de Marx y Keines” Posteriormente dicho individuo se trasladó desde Cambridge a Hungría para desarrollar el plan de aquel país.

Además los economistas Oscar Lange y Kalecki, de Estados Unidos e Inglaterra se trasladaron a Polonia para ayudar en el plan quinquenal. Finalmente Kalecki fue nombrado en 1960  director de la Comisión Estatal de Planificación.

También el Primer Plan Quinquenal de Checoslovaquia fue obra de la plana mayor del Plan Monnet francés, creado para distribuir las inversiones del Plan Marshall. En la Comisión de planificación tan solamente había un comunista, los demás componentes eran  antiguos banqueros y  ex empresarios.

En términos generales se propiciaron la construcción de empresas publicas al estilo de las capitalistas, con categoría jurídica independiente, se crearon asociaciones de empresas, se establecieron relaciones interempresariales, se priorizaron los beneficios y se instauró el sistema de primas, al compás que se relegó a un segundo lugar los ministerios industriales.

Se sabe que medidas de tal calibre contaron con el apoyo de los economistas que salieron de las cárceles de la URSS entre el 1953 y 1956, porque se habían  posicionados a favor del retorno al capitalismo.

Mas todas las planificaciones seudo revolucionarias, se sustentaban en una profusa propaganda por medio de publicaciones económicas editadas por profesionales y directores de empresas: (Vida Económica-Bulgaria, Noticias económicas-Checoslovaquia, El Observador-Hungría, Vida Económica-Polonia, Vida Económica-Rumania, La Economía-RDA y también Industria Privada-RDA).

Para no hacernos demasiados pesados, solo resaltar que las escuelas de administración de empresas no estuvieron sometidas a ningún control ideológico. En este sentido gozaron de plena libertad para reproducir esquemas de las administraciones burguesas:

Los centros de enseñanzas, polaco, checoslovaco, húngaro, rumano, y búlgaro fueron creados entre 1960 y 1967 por la O.I.T.

Creemos que son suficientes datos argumentales, que prueban que lo que destruyó el socialismo en los países del este, no fue precisamente la aplicación del marxismo: ni la dictadura del proletariado, ni la no puesta en práctica de la economía de equivalencias.

 

 

El mundo actual

El análisis sobre la situación del mundo está vinculado a la concepción del socialismo del siglo XXI y a la estrategia que el autor ha diseñado para lograrlo. El socialismo del siglo XXI es un proyecto para la “revolución mundial”. Su contenido se centra en el “sistema global de dominación”

El Sr. Dieterich plantea:

“La humanidad ha caído en manos de una elite delincuencial, compuesta por unos diez mil banqueros, industriales y políticos profesionales que usan los recursos del planeta y los frutos de nuestro trabajo, para s. Monopolizan los beneficios de la energía, de la tecnología, de la ciencia, de los alimentos, de la educación y de la salud, dejando a las mayorías en la miseria y el desamparo”

El Sr. Dieterich se pregunta:

“¿Por qué la abrumadora mayoría de los seres humanos tolera la tiranía de esa pequeña oligarquía?

                En estos dos párrafos están contenidos los argumentos que necesita Dieterich para formular su alternativa a la explotación   capitalista,   que   se   define   “sistema   global  de emancipación” y que ya conocemos: democracia participativa-formal y Estado no-clasista. Pero ya va definiendo un poco en que consiste las mayorías, sin concretarlas todavía “los sujetos de liberación serán multiclasistas, pluriétnicos y de ambos géneros” Previamente hace una advertencia, no se trata de la búsqueda de la mítica burguesía nacional o de cualquier otro sujeto de liberación predeterminado.

                De cualquier forma, el libro Socialismo del Siglo XXI, es el mundo revés. Es capaz de diseñar la nueva sociedad, de desarrollar paso a paso el “proceso revolucionario”, pero se muestra impotente para señalar las clases protagonistas, qué tipo de organizaciones revolucionarias dirigirán el proceso, qué ideología, etc. etc.

                Un proyecto debe ser el fruto del reflejo en la mente de unas condiciones objetivas dadas, en las que intervienen además de las económicas, los sujetos que motivan y soportan dichas condiciones, sus ideologías, es decir, sus intereses de clases. Estos sujetos tienen nombres y apellidos, si no están claros los sujetos, es porque las premisas en las que se construye el proyecto no son reales, son subjetivas, diseñadas por la ilusión o por la traición desde un despacho.

                Las propugnas leninista del Estado proletario, de la alianza obrero-campesina, estaban basadas en las condiciones concretas de Rusia. Pero Lenin no podía conformarse con decir que para acabar con el capitalismo, es necesario instaurar la dictadura del proletariado y que los explotados, sin concretarlos, estaban llamados a llevarla a efecto, sino que después de señalar las clases afectadas, penetró en las entrañas de la sociedad rusa, comprendió el estado de ánimo y la correlación de fuerzas entre las clases sociales, para concebir el tipo de partido y las tácticas de éste con el propósito de dirigir a los trabajadores a cumplir con su cometido. Dejó constancia de la naturaleza de cada clase, analizó la relación entre psicología y la conciencia de la clase obrera, imprescindible si se quería hallar la fórmula de crear conciencia política entre las masas de su tiempo. Por consiguiente. Y como quiera, que las revoluciones tienen todas connotaciones internacionales, explicó como nadie la evolución del capitalismo a nivel mundial (imperialismo)

                El Sr. Dieterich sueña una película, la calca en un papel y ahora busca protagonistas adecuados para el guión, lo ha transpuesto todo, porque no tiene nada. El fallo está en el análisis  insustancial del mundo de hoy, en el que no observa contradicciones interimperialistas, del que no extrae la composición de las clases sociales, sus intereses, sus ideologías, sino que entiende que las oligarquías es un mundo homogéneo, y sus explotados tienen intereses e ideologías comunes. Por si fuera poco, después de que algunos representantes del socialismo del siglo XXI, rechazase cualquier determinismo, (él mismo rechaza el determinar una fuerza hegemónica) se atreve a decirle al mundo entero como debe hacer la revolución.

                Pero el hecho objetivo es que el mundo se aprecia de distinta forma a como lo hace nuestro teórico o desde otra vertiente, la clasista.

                En la actualidad los imperialismos se debaten entre contradicciones bastantes severas. Por ejemplo, la competencia entre el Euro y el Dólar, provoca que numerosos países opten por el euro como moneda patrón en sus transacciones comerciales en detrimento de los intereses de los EE.UU.. El desarrollo chino fuerza a éste a abastecerse de materia prima en abundancia, creando incertidumbre y a veces colapso en las industrias  europeas,  principalmente  en  las  acerías.  La  pugna entre Europa y EE.UU. por acaparar el mercado latino americano produce la penetración de China en la zona.

La invasión de los productos chinos a precio demasiado barato en Europa y EE.UU, ha originado grandes desajustes industriales. En Los EE.UU. la repercusión ha sido importante, fabricas que elaboraban los productos que ahora se importan desde China han tenido que cerrar. El efecto subsiguiente es que inversores norteamericanos y europeos dirigen sus dineros a China, abren instalaciones con el acicate de la superexplotación en horas y sueldos y exportan sus productos hacia Occidente, generando pérdidas en las empresas competidoras de esta zona.

El abaratamiento de precios provocado por la irrupción de China, que se suma a la formación de un nuevo mercado de mano de obra económica, en los países del este, antiguos “comunistas”, multiplica las deslocalizaciones de empresas asentadas en los países desarrollados en búsqueda de costes reducidos. En este caso, devienen dos nuevos efectos de tremendas repercusiones, el aumento del proletariado en los países adonde se ubican las nuevas empresas deslocalizadas (fundamentalmente Europa del Este, Africa, Asia) y el incremento del paro en las naciones desarrolladas, que incide en  la bajada de salarios en general. Aunque en estos países por motivo de la inmigración el proletariado aumenta sus filas, motivo a añadir para las pérdidas del poder adquisitivo y de derechos de los trabajadores autóctonos.

Los efectos económicos y sociales inferidos por las contradicciones entre los imperialismos, obligan a estos a adoptar medidas drásticas con  el fin de preservar el capitalismo en general y su poder en particular. Pues la reubicación de las empresas en lugares lejanos de sus orígenes mas la importación de inversiones, han configurado un mundo muy distinto al de hace una década. En la actualidad Los monopolios y las multinacionales generan ya del total del producto bruto elaborado  en el mundo, más del 50% en los países subyugados, en las naciones en vías de desarrollo o dependientes del imperialismo, en donde la política y la economía evolucionan con altibajos, siempre en un ambiente de mayor inestabilidad sociopolítico con respecto de los estados europeo y norteamericano, debido a que sus pueblos no disfrutan, en absoluto, de lo que producen. En 2007, estos mismos países atesoraron en conjunto, en reservas divisas, un montante que supera los tres billones de dólares, en tanto que los países mas industrializados detentan la mitad de este volumen. De ahí que la guerra y las leyes antisociales de corte fascistas, continúen siendo los elementos primordiales a tener en cuenta por los estados imperialistas, para apagar cualquier fuego que prenda en sus propios países y para mantener la actual situación internacional. De esta guisa, frenan violentamente todo indicio de independencia que surja en cualquier lugar del mundo y que podría quebrar la nueva figura económica, que sin duda exacerbaría las contradicciones inter capitalistas.

En síntesis el proletariado en general aumenta a la par que pierde poder adquisitivo en los países desarrollados y se incrementa el desempleo. Por su parte en los países de nueva industrialización, los trabajadores se debaten entre sueldos míseros. Con lo que se verifica que las soluciones que aplican los imperialismos para resolver sus contradicciones, afectan en mayor medida y en todos los sentidos a la clase obrera, su clase antagónica.

Desde hace años un nuevo fenómeno asoma a la palestra económica. Las oligarquías financieras que describe el Sr. Dieterich, invierten naturalmente, en los sectores económicos generadores de beneficios espectaculares, dejando a un lado a aquellos  otros  que  no  mueven  beneficios  atractivos,  aunque sin  embargo,  su  repercusión  en la industria es enorme, a pesar de  estar  en  manos  de  la  pequeña  burguesía.  Estas empresas escapan al control directo de los monopolios. Las pequeñas fábricas de cromado de vástagos de acero, nos sirven para demostrarlos. En Italia alrededor de 15 empresas, entre 10 y 100 trabajadores abastecen a media Europa. El vástago se emplea en la fabricación de cilindros hidráulicos que son utilizados para la construcción de las mas diversas maquinarias (agrícolas, obras publicas, locomoción, cerámica etc.) Una huelga mas o menos prolongada de estos trabajadores (menos de mil) afectaría enormemente a la metalurgia de esa media Europa. Refiriéndonos a España entre cinco o seis comerciales distribuyen los cromados para toda la industria del metal (oleohidráulica, neumática y fabricación de maquinarias automatizadas) Entre todas no superan los 300 trabajadores que de ponerse en huelga frenarían el proceso productivo del país en el sector metalúrgico. Significa entonces, que en manos del proletariado (independientemente de su número) continúa estando el presente y el futuro de la producción de una nación y de un grupo de naciones.

Bastaría este ejemplo para desdecir a aquellos que desestiman que se den las condiciones objetivas, para que el proletariado continúe siendo la clase hegemónica de la revolución. Si en ataño había que movilizar a miles de trabajadores para dañar la producción en un determinado país, hoy no es necesario, es suficiente conocer los puntos estratégicos y débiles del capitalismo.

Las grandes empresas a partir de la década de los años 80 comenzaron a descentralizar sus sistemas productivos, con la contratación de empresas auxiliares (pequeñas-medianas) al objeto de tener asegurada su producción y de correr el menor riesgos (Seguridad Social, accidentes, huelgas etc.) Estas grandes  empresas  imponen  sin  escrúpulos  a  las  auxiliares   criterios  abusivos  de  calidad  y  precios,  que  suelen  ser  muy perfeccionistas en la calidad y demasiados ajustados en los precios.

Efecto de las tropelías de las grandes empresas nacionales multinacionales y monopolios, las burguesías medianas y pequeñas, se convierten en ejecutoras de la explotación más cruel contra los trabajadores si quieren satisfacer a sus empleadores, si quieren que les renueven los contratos, habitualmente anuales. De esta pequeña y mediana burguesía parten los salarios más bajos en los países desarrollados, son las que sostienen la economía sumergida, contratando inmigrantes a los que no se les respeta ni el salario establecido, ni tampoco los derechos laborales (seguridad social, sindicación etc) Grado de explotación que cada día más se extiende también entre los trabajadores autóctonos.

Esa pequeña y mediana burguesía, que se supone deberían acompañar a los trabajadores en su lucha contra los monopolios, e incluso a la construcción del socialismo y respetar la democracia participativa (según se desprende de las tesis del socialismo del siglo XXI) es hoy la que con mayor crueldad maltrata a los trabajadores.

A tenor de lo expuesto creemos que el socialismo del siglo XXI, se equivoca en el planteamiento de que las “mayorías” puedan y deban aplicar medidas de control contra las oligarquías. En el supuesto de que así pudiera suceder, si no nos enfrentamos a la nueva realidad productiva (determinados sectores de la pequeña y mediana burguesía industrial) no serviría de mucho. Al menos en Europa estas burguesías (no todas, es evidente) controlan vastos sectores de la economía que son desdeñados por las oligarquías financieras.

De esto nada se dice en el libro para  perfilar los factores subjetivos de la revolución anticapitalista. En cambio se apresura a asegurar que:

“Como siempre en la historia, la vanguardia de un nuevo proyecto histórico se constituye a través de su práctica de lucha y la calidad teórica de su proyecto; no por autonombramiento ni por un acto de fe derivado de su posición estructural en el sistema social, tampoco como sujeto “metafísico” que actúa en nombre de la historia, de Dios, del sexo, etcétera. Así ha sido el proceso de la aristocracia, de la pequeña y gran burguesía y del proletariado europeos, cuando se volvieron vanguardias, y todo indica que esto no será diferente en la sociedad global. De hecho, la constitución orgánica de los sujetos de cambio no puede operarse de otra forma en la práctica; los sujetos potencialmente democratizadores de la sociedad global —sectores precarios, los indígenas, las mujeres, los intelectuales críticos, los cristianos progresistas, las ONGs independientes, etcétera— no aceptarán que se les imponga el liderazgo de un ente sociopolítico, cuya legitimidad no se derive de su praxis libertadora.”

Desde mil kilómetros de lejos podemos percatarnos que se trata de desvincular a la clase obrera de su capacidad para dirigir el proceso revolucionario.

En la historia de la lucha de clases no ha habido, ni habrá ninguna clase más interesada que la clase obrera, en que los derechos y las libertades se extiendan a todos lo oprimidos y desahuciados socialmente. A su vez, es una ley inapelable el hecho de que no habrá derechos y libertades que se aseguren mientras  subsista la explotación del obrero.

Ahora bien, nadie puede tomar en serio que el Sr. Dieterich eleve al rango de

“sujetos potencialmente democratizadores de la sociedad global —sectores precarios, los indígenas, las mujeres, los intelectuales críticos, los cristianos progresistas, las ONGs independientes, etcétera”

Ninguno de estos grupos, son fuerzas socialmente homogéneas,  en  consecuencia  no  poseen  ideología ni  interés social y político al margen de las clases a que pertenezcan. E incluso nos parece una broma de mal gusto pretender que el socialismo, que la liberación del género humano dependa de las posiciones que adopten estos grupos. Pero así es el Socialismo del Siglo XXI.

 

 

A modo de conclusión

El Socialismo del Siglo XXI es una vertiente más de las teorías que a lo largo del siglo XX se han ido desarrollando, con el compromiso de hacer añicos las teorías marxistas-leninistas acerca de la revolución proletaria. Como todas ellas, parte del marxismo para enriquecerlo con teorías y propuestas que lo niegan.

También, como todas las demás es fruto de unas condiciones determinadas. Las caídas de la Unión Soviética y del campo del socialismo, produjeron una profunda crisis ideológica en los explotados, desmovilizó al Movimiento Comunista Internacional, que acabó exangüe. 

Ante un enemigo en precario, el capitalismo orquestó una intensa y devoradora ofensiva en lo económico, en lo político y en lo ideológico que supuso la perdida de derechos conquistados por los trabajadores y la desconcienciación de éstos.

Un panorama desolador que es aprovechado por ideólogos burgueses para diagnosticar el fin del comunismo y la invulnerabilidad del sistema burgués.

Con una clase obrera sumida en un sueño profundo y sin referencias ideológicas, surgieron grupos, -que no fuerzas sociales-, ecologistas,  defensores de los derechos humanos, ONGs y otros, que de formas aisladas y dispares, comenzaron a plantear reivindicaciones, que en modo alguno atentan al sistema capitalista, pero que han gozado de una difusión desorbitada.

                Mas que luchas, son escaramuzas sin resonancia alguna las que llevan a efecto estos grupos. Sin embargo, al realizarse al margen de los partidos comunistas y de la clase obrera, han dando riendas sueltas a los revisionistas, quienes se apresuraron a teorizar sobre una sociedad pos-capitalista y sobre sus sujetos dirigentes al margen de la clase obrera y de su partido.

                Todo cuanto nos revela como la buena nueva el Socialismo del siglo XXI, ha constituido en algún momento de la historia moderna, alternativa de las diferentes corrientes revisionistas. Nada tiene de nuevo, aunque se esfuerce en demostrar lo contrario con la teoría económica de las equivalencias, que Marx puso en dudas sobre su aplicación estricta, y que paradójicamente el mismo socialismo del siglo XXI, considera inviable en un país o en varios, porque ha de ser una medida universal (no absoluta). En el supuesto de que la teoría de las equivalencias fuese positiva y aceptada, ésta no podría efectuarse en las primeras fases del socialismo, así que, no puede ser un argumento magro para emborronar la historia del movimiento obrero y comunista y comenzar de nuevo. ¿Entonces que nos alumbra el nuevo socialismo que no haya sido objeto de las seductoras alternativas del revisionismo histórico?. Absolutamente nada.

                La influencia burguesa se deja sentir en cada uno de sus argumentos, al menos convergen en sus objetivos: NO A LA  DICTADURA DEL PROLETARIADO, NO LA CLASE OBRERA COMO CLASE DIRIGENTE DEL PROCESO REVOLUCIONARIO, NO A LA EXISTENCIA DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO DE LA CLASE OBRERA. ESE ES EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI.

Después de examinar el libro, nos confirmamos aún más en nuestras teorías y en el convencimiento de que triunfarán una vez seamos capaces de alejar a la clase obrera de las influencias de los reformistas y revisionistas, que en sus postulados teóricos y en su comportamiento práctico son parientes cercanos de los acólitos del Socialismo del Siglo XXI.