domingo, 15 de junio de 2008

¿Nación ó región?

Las discusiones que tuvieron lugar durante el proceso de reformas del Estatuto de Autonomía se centraron fundamentalmente sobre el carácter de la comunidad humana de Andalucía ¿nación o región?

Para una cantidad de partidos de la izquierda, el nacionalismo es sinónimo de radicalidad revolucionaria. Para otros partidos de dudosa ideología, la probabilidad de que Andalucía adquiriese el rango de nación, supondría colocarla a la cabeza de las regiones y naciones de España, o como mínimo igualarla con el País Vasco, y Cataluña, porque nación en su entendimiento significa soberanía y poder.

En ambos casos, cuando defendían el nacionalismo, lo hacían aspirando supuestamente a la panacea de todos los problemas que aprisionan a Andalucía, ya que para ellos, nación, es la palabra mágica que todo lo puede y que desborda los límites establecidos por la sociedad vigente.

Las conquistas que había alcanzado el Estatuto de Cataluña, estimulaba ciegamente al PA, hasta obligarle a exigir la equiparación del Estatuto de Autonomía de Andalucía con el catalán, en la inteligencia de que el objetivo se podía conseguir con solo introducir el término nación.

En el otro extremo la izquierda “radical”, alucinada por la actividad y por las energías que suscita en sectores importantes del pueblo vasco su advocación nacionalista, y tras una lectura distorsionada de la situación en Euzkadi, propenden a identificar nacionalismo con revolución, erigiendo al nacionalismo en el elemento que vivifica la lucha de masas.

Muy lejos, por tanto, están los dirigentes del PA, así como también la dirección del BAI, entre otros, de abordar con análisis científico y dialéctico, los procesos que se han llevado a cabo en ambos lugares. Y cuando se advierte un mínimo esfuerzo en sus razonamientos, lo hacen con engaños y con medias verdades.

Vivimos en una sociedad cuyo rasgo distintivo es la penetración de los monopolios y las multinacionales en los mecanismos del Estado, con el propósito de controlarlos y de activarlos en favor de sus intereses económicos y políticos. Únicamente cuando se atiende este fenómeno en sus causas y efectos, se está en condiciones de comprender que lo que se ha resuelto entre Barcelona y Madrid no es otra cosa que una parte de las contradicciones que se da entre las altas burguesías.

Podemos asegurar, entonces, que los logros tangibles, los que realmente se pueden poner en prácticas y que sin duda se llevarán efectos, son aquellos aspectos que inciden favorablemente en la consolidación y en la ampliación de las estructuras que benefician a la gran empresa catalana, mientras que los derechos sociales, son inaplicables porque no existen las bases económicas que los garanticen.

Cabe resaltar que la alta burguesía catalana ofrece registros macroeconómicos que demuestran su gran dominio en el ámbito de la economía del Estado. Ahí es donde reside su fuerza, esos son sus argumentos incontestables. Los Estatutos y el nacionalismo, para las clases sociales poderosas, son estratagemas que sirven para ocultar la verdadera confrontación. Jamás deberíamos olvidar que debatimos dentro del sistema capitalista de producción, plagado de contradicciones. Las industrias catalanas, las más prósperas y voluminosas de todo el Estado, por sí mismas, ejercen una presión económica y política ostensible y fortísima sobre el resto de las burguesías españolas, las cuales se ven forzadas a ceder algunas ventajas.

En este sentido, podemos preguntarnos ¿A quién representa el PA? ¿A qué gran burguesía andaluza se adosa, como para presionar con la mascara del nacionalismo, basada en un poder económico lo bastante fuerte, para hacer que el gran capital castellano, vasco, terrateniente andaluz o catalán que controlan el Estado, se vean obligados a ceder ciertas parcelas de poder?

Es indudable, el PA solo representa a sectores de la pequeña burguesía, fundamentalmente asentada en los pueblos y muy influenciadas aún por un pensamiento exangüe, propio de los principios del capitalismo.

El gran burgués que vive físicamente en Andalucía, no tiene sus empresas en nuestra región. No es gran capitalista andaluz, solamente terrateniente. Esta gran burguesía no va a entablar una lucha contra sí misma, es decir, contra el Estado del que ella forma parte. Es totalmente absurda una pretensión así.

También, los nacionalistas de izquierdas, incurren en dos errores descomunales. El primero consiste en equiparar el supuesto nacionalismo andaluz con el nacionalismo vasco, enraizado éste en casi en el 70% de su población (PNV, EA, HB…) Y que además es un nacionalismo insatisfecho históricamente, que hoy centra la discusión política de toda la sociedad vasca, porque de un modo natural, corresponde en el marco de la democracia burguesa, el lugar para su solución.

Y el segundo error, es querer pasar por marxismo-leninismo sus posiciones nacionalistas y su consigna de Estado Confederal, las más extrañas a Marx, Engels, Lenin y al propio Stalin.

El PCOE, lo tiene claro, apoyará el derecho a la autodeterminación del pueblo vasco, porque lucha por la liberación de las naciones oprimidas. El País Vasco lo es, basta con que le nieguen el derecho a decidir por sí mismo como nación. El derecho de la nación vasca a trazar su destino, es inalienable. Es un problema que debió resolverse hace tiempo dentro de la sociedad burguesa, porque es legítimo y porque económicamente es posible como explicaba Lenin.

Pero el nacionalismo vasco ha inferido un nuevo panorama y se ha convertido en una realidad que salpica a todas las clases populares, superando la lucha de clases en estos momentos y que han reemplazado a la gran burguesía en la dirección nacionalista. La consecución del derecho a la autodeterminación en las circunstancias actuales, puede generar tremendas contradicciones en todo el estado. Es por esta razón, que se hayan puesto de acuerdo todas las grandes burguesías incluida la vasca para oponerse con todas sus fuerzas a que dicho derecho sea ejercido, para evitar el debilitamiento del estado capitalista.

El PCOE estima que cuando el grado de la lucha de clases del estado español alcance mayores cotas, se crearán las condiciones favorables para la aplicación de la autodeterminación. Pero este mismo desarrollo de la lucha de clases, en el supuesto de existir un partido marxista-leninista fuerte y con influencia, puede modificar sustancialmente la psicología y la conciencia de los trabajadores de todo el estado español, incluidos los vascos. En esta la lucha de clases, se irá diluyendo la falsa competencia entre los pueblos, generada por la gran burguesía. Se estrecharán los lazos de amistad y gobernará la solidaridad en sus relaciones. En definitiva, la clase obrera de los distintos lugares, comprenderá que sus objetivos son los mismos y que el enemigo es común.

No obstante, y con ser la lucha de clases el factor determinante de las resoluciones, no significa que el combate del pueblo vasco no cree contradicciones en el seno del estado español y por lo tanto, los comunistas debamos rechazar dichas batallas por inoperantes, hasta que en el resto del estado la lucha del clases no se desarrolle. Tampoco, en modo alguno, puede exigírsele al pueblo vasco que desista en sus luchas y las aplacen para cuando la lucha de clases en el resto del estado, le sea favorable.

Es incuestionable que toda acción llevada a cabo por las masas populares vascas, por el derecho de la autodeterminación, pondrá al descubierto el verdadero carácter opresor del estado español. Simultáneamente, toda lucha de masas de las clases populares del resto del estado español, sirve para agudizar las contradicciones de la sociedad española y para destapar también la naturaleza reaccionaria y represora del Estado.

Desde el punto de vista de la lucha de masas, ambas se influencian y en estos momentos se complementarían. Un partido comunista puede llegar a acuerdos firmes con el nacionalismo de izquierda vasco, bajo los principios de un programa antiimperialista que debe ser eminentemente antimonopolista y que contemple el respeto a decidir en qué forma pueden establecerse las relaciones. Es obvio que el PCOE propugna un socialismo basado en el centralismo democrático.

En la hora presente, el PCOE aboga porque comiencen en plano de igualdad de condiciones, las conversaciones para llegar a un marco de legalidad, en el que la izquierda nacionalista vasca, pueda desenvolverse con total normalidad. Cuando hablamos de igualdad, queremos decir que el Estado derogue la ley de partidos políticos y cese su represión, y que ETA abandone las armas, pero, lo que no puede incluir nunca, es que las masas populares vascas hagan dejación de su derecho a movilizarse, pues mientras no se aplique el derecho a la autodeterminación, el pueblo vasco tiene la obligación moral, de reivindicarla con acciones políticas de toda índole dentro de las instituciones y en la calle.

En cambio el BAI (CUT, PCPA, Jaleo..) extrayendo conclusiones equivocadas, entiende que la solución de los problemas de Andalucía está en clave vasca.

Ya el PCOE, en documento singular, expuso sin tapujo que Andalucía no es una nación y por esta razón no puede homologarse con la nación vasca.

Ha habido respuesta por parte de algún dirigente de la CUT, a dicho informe, haciendo referencias a Marx, Engels, Lenin y Stalin, llevando a su terreno las condiciones explicitadas por Stalin, que deben reunirse para que una comunidad pueda ser considerada nación, pero ocultan adrede el aspecto fundamental, detallado enfáticamente también por Stalin, que decide si una comunidad humana es o no nación, cual es el modo de producción y la clase constructora de la nación, en este caso la burguesía.

Como torpes maniobreros, establecen el momento en que surge la nación, es decir, durante el capitalismo ascensional, para demostrar que conocen perfectamente las características históricas del nacimiento de la nación, lo cual es correcto, la falsedad consiste, en que esta verdad a media, viene a soslayar la premisa determinante.

No se trata de decir que la formación de la nación culmina su proceso durante el capitalismo, sino que es el capitalismo, la burguesía, la que origina la nación en el instante en que se expande y rompe los límites del feudalismo, por lo que la nación y su expresión, el nacionalismo, son conceptos burgueses.

Repetimos una vez más, que mientras la burguesía vasca, aspira a ser nación e impregna de psicología nacional a su pueblo en pleno desarrollo y expansión como clase dirigente en el momento de aniquilar el feudalismo, en Andalucía, en cambio, sucede todo lo contrario. La burguesía andaluza, es antes que nada terrateniente. Así pues, en el momento en que acontecen las naciones, la clase que debería encargarse de crear la nación andaluza era terrateniente, es decir, la clase que sostiene el feudalismo y que reacciona contrariamente al nacimiento y desarrollo de la nación.

En el obrero, en el pueblo andaluz no existe, por consiguiente, la psicología nacionalista, porque la clase dirigente la gran burguesía-terrateniente, no ha estado interesada en inculcarla. El nacionalismo trasnochado y anacrónico andaluz, solo puede partir de las clases más antiguas, más atrasadas, ancladas en el pensamiento post feudalismo, tales son el campesinado pequeño y medio y las pequeñas burguesías de la ciudad y del campo, las cuales carecen del método científico de análisis para comprender la realidad actual que les circundan.

Los límites en que se desenvuelven las pequeñas burguesías de la ciudad y del campo, que las hunden en la precariedad económica, en su nula influencia política, y siempre en peligro de desaparición, les obligan a romper con la realidad existente. Pero aprisionadas por su carácter burgués incipiente, más propio del comienzo del capitalismo, les lleva a recorrer el mismo camino, que sus homónimas de los siglos XVIII, XIX y principios del XX, emprendieron impulsadas por necesidades históricas, cuando el obstáculo que se interponían en su desarrollo eran las leyes y el territorio feudal, pero que una vez que aparecen las grandes burguesías y sus naciones, no tiene razón de ser.

Hoy las pequeñas burguesías no se desarrollan porque les asfixien los límites del mercado feudal y deban romper aduanas y provincias para construir sus naciones y de esta forma asegurarse y ampliar sus mercados. Hoy las pequeñas burguesías de la ciudad y del campo andaluz, no pueden evolucionar, no por una presunta falta de mercado, sino porque éste lo acaparan los monopolios y las multinacionales. Su lucha, pues, debe centrarse en resolver su contradicción con el estado monopolista, si quieren subsistir.

Sin embargo, la escasa conciencia de clase del obrero andaluz, que se evidencia en el retraso de las luchas de clases, son circunstancias que facilitan la pérdida de claridad analítica de determinados partidos, que en vez de intentar atraer a las pequeñas burguesías hacia un frente antimonopolista, se dejan influenciar por ellas y por su ideología desfasada. Naturalmente, son en los pueblos donde con mayor amplitud se puede dar este fenómeno. Esto explica el nacionalismo pequeño burgués de la CUT y del PCPA.

Interpretar que sin tener el reconocimiento de nación, los andaluces se verán impedidos para solucionar sus graves problemas, no es solo un error inconsciente, sino que constituye un engaño monstruoso, que le hace el juego a los enemigos de la clase obrera, porque trata de pasar por alto, que los problemas que sufrimos los andaluces, paro, salarios míseros, dependencia etc. se dan como consecuencia de que las minas, los campos, las fabricas, los servicios y todos los medios de producción se hallan en manos de la propiedad privada, especialmente, en manos de las grandes burguesías y de las multinacionales.

Que nadie descentre la atención de las masas populares andaluzas. A nuestra región (lo mismo que si fuese nación) no le queda otro camino que enfrentarse abiertamente contra la política económica del Estado monopolista. La solución no está en unos estatutos falsarios que solo habla de intenciones. Los estatutos, no cambiará la situación económica de los trabajadores andaluces. Hay que cambiar, primero las condiciones económicas y después elaborar los Estatutos que reflejen la nueva realidad y la legalice.

En estas condiciones la defensa de una ABSTENCIÓN activa en el referéndum del Estatuto ha sido una alternativa correcta, porque implica además del rechazo al sí de la derecha y del reformismo, una denuncia expresa contra el NO del nacionalismo pequeño burgués.

No obstante la razón más contundente para la ABSTENCIÓN, es que los Estatutos se han confeccionado a espaldas del pueblo, sin contar con él, sin embargo, ahora se le requiere su participación para avalar una tal política traicionera.

Finalmente, el PCOE, considera que hay construir un frente antiimperialista basado en un programa antimonopolista. Mas este frente, dadas las circunstancias, de escasa influencia de los partidos de izquierda sobre los trabajadores y del bajo grado de conciencia que exhibe la clase obrera, debe ser forjado desde la base, en los centros de trabajo, en las barriadas, en las universidades… Este es nuestro empeño y nada ni nadie nos desviará de los objetivos que nos hemos trazado.

POR UN FRENTE ÚNICO DEL PUEBLO