La desaparición de la Unión Soviética fue durante largos años objeto de un encendido debate, como no podía ser de otra forma. La izquierda revolucionaria precisaba una urgente recolocación ideológica y algo se iba consiguiendo. Mas el camino que se había escogido era un tanto peligroso para la apología capitalista. Poco a poco, las causas que motivaron el desplome soviético exigían esfuerzos de temple y de comprensión, a la vez que imponía un talante innovador y vivificante. El comunismo internacional se escindió en principio, en virtud de la explicación que hallaba a acontecimiento tan extraordinario, entre los que afirmaban que la URSS pereció por sus propios defectos (autodestrucción del socialismo) y entre los que encontraban apoyo para sus tesis de la destrucción del socialismo en la intervención foránea, como elemento primordial y determinante. Posteriormente, la estricta observancia de la dialéctica obligó al empleo de ambos supuestos en sus justos términos, algo que ha costado lo suyo, en tiempo y en polémica, pero que al final ha arbitrado el raciocinio preciso. En la desaparición de la Unión Soviética han intervenido factores internos y externos. Llegar a tal resolución fue un paso decisivo y extraordinario, para extraer conclusiones realmente beneficiosas que puedan ser manejadas en la tarea de desbrozar el camino que nos ha de conducir al anhelado futuro. Y se llegó a convenir por una inmensa mayoría de comunistas, que el momento clave lo marca el XX Congreso del PCUS, sin duda el colofón de las luchas intestinas que se libraron en la sociedad soviética hasta entonces. La correlación de fuerzas se había deslizado hacia el lado de los reformistas. Y estas circunstancias evidenciaban que Stalin, sin olvidar sus defectos y sin desdeñar sus virtudes, se encontraba en la orilla opuesta, de otra forma es impensable hallar la razón lógica de una crítica tan desaforada por el oportunismo y simultáneamente, tan celebrada por la propaganda burguesa, a la que se le abrió las puertas de la calumnia y de la exageración. Por fin, en el Movimiento Comunista Internacional, y como reflejo del mismo en el comunismo doméstico (en este caso el español) se acercaban las posturas mas dispares, alimentando sólidas esperanzas de una unificación superadora de inveterados desencuentros. Una consecuencia extraordinaria de las discusiones clarificadoras nos la muestra el reconocimiento universal a Cuba de los partidos comunistas, que se erige también, en elemento dinamizador y aglutinante del Movimiento Comunista Internacional. En la actualidad son pocos los partidos (revolucionarios) que la cuestiona (salvo partidos trotskistas) Ambos razonamientos, es decir, el conocimiento de las causas que indujeron a la desaparición de la Unión Soviética y el reconocimiento a Cuba, se convierte en un esplendido acicate para sanear el malherido Movimiento Comunista. Pero, lo que es bueno para el comunista no puede serlo para el burgués. Por pura deducción, la vuelta atrás en las discusiones, incidir en las viejas heridas, desviar la atención de las fuerzas revolucionarias, equivale a fortalecer las posiciones imperialistas y a mantener incólume el actual estado de cosas. En definitiva, solo beneficia al imperialismo en momentos de crisis como el presente. Y he aquí, que Trotski, delegando en sus acólitos modernos, fieles a su patrón ideológico, después de muerto, vuelve a actuar como quintacolumnista dentro del comunismo internacional, sacando del apuro a la ideología burguesa, que pese a sus inusitados esfuerzos, veía como de nuevo sus enemigos de clase encontraban puntos de reencuentro. De nuevo, el antiguo empeño de la apología burguesa de querer enterrar el leninismo, centro vital sobre el que continua gravitando el comunismo de nuestros días, encuentra asiento en el trotskismo contemporáneo, estableciendo al unísono una polémica tan falsa como desviadora: Trotsky o Stalin, se nos quiere imponer a los partidos comunistas, cuando el planteamiento correcto es: oportunismo o leninismo. Hoy arrecian artículos, informes, simposios, seminarios que versan sobre los horrendos crímenes de Stalin y sobre las excelencias de Trotski al que consideran hermano gemelo de Lenin. Se nos presenta a Trotski como el mejor continuador de las ideas de Lenin, con quien lo compartió todo y por supuesto, se evoca a un Stalin antileninista y antisoviético. Ante tal disyuntiva el comunista poco avezado, puede, al menos, caer en la tentación de fomentar las discusiones, que a la postre tienen por objetivo evitar que los partidos consoliden su identidad ideológica y que además se entreguen a la tarea de penetrar en el movimiento obrero y popular. El triunfo del trotkismo sobre el “stalinismo”, sería, como veremos, la derrota del leninismo. Celia Hart, Ted Grant y Alan Woods, entre otros, se envalentonan tras las muchas posibilidades que ofrece la burguesía, que siempre ha ofrecido, para difundir a través de sus medios los postulados oportunistas. Unas cuantas preguntas bastarían para delatar las múltiples formas que adopta el trotkismo para arremeter contra Lenin. La fundamental, es atribuir a Stalin los tres principios que desenmascaran al trotskismo como comunismo ultrarrevolucionario y pequeñoburgués, que fueron defendidos, primero por Lenin: • La construcción del socialismo en un solo país • La refutación de la revolución permanente • La Paz de Brest-Litovsk La identidad Lenin-Trotskismo es una táctica oportunista moderna, que aún muchos grupos trostkistas no acaban de digerir, pues siguen odiando a Lenin y atacando a Cuba (véase España), y fotografía fielmente al trotskismo de todas las épocas “Trotski jamás ha tenido una opinión firme en un solo problema serio del marxismo, siempre “se ha metido por la rendija” de tales o cuales divergencias, pasándose de un bando a otro. En estos momentos se halla en la compañía de bundistas y liquidadores. Y estos señores no tienen muchos miramientos con el partido. “El derecho de las naciones a la autodeterminación.- Lenin”. El trotskista moderno carece de escrúpulos a la hora de tergiversar los acontecimientos históricos, con tal de demostrar la homogeneidad ideológica de Lenin y Trotski. Refiriéndose a los sucesos de Hungría del 1956, Ted Grant (Rusia de la Revolución a la contrarrevolución Pag. 259) dice: “Inmediatamente después de la denuncia de Stalin por Kruschev, estalló la Revolución Húngara de Octubre de 1.956. Los trabajadores organizaron comités revolucionarios, a los que no llamaron soviets porque el dominio estalinista había hecho que la palabra apestara. Sin embargo, de manera instintiva trataron de volver a las ideas de Lenin y Trotsky” Pero lo que el trotskismo defiende como revolución obrera, no es mas que el intento de restauración del capitalismo por parte de la burguesía: La victoria relativamente pacífica de la revolución socialista dio a la burguesía húngara la siguiente ventaja: aunque fue liquidada su base económica, su poder, como resultado de la expropiación, conservó no obstante, en un amplio sentido, sus cuadros y un papel político activo. A ello contribuyó el hecho de que, dado el carácter específico de nuestro desarrollo, no destruimos inmediatamente después de 1945 el aparato estatal burgués, salvo la policía y el ejército, sino que lo fuimos transformando. De este modo, durante un período relativamente largo y en forma considerable, la burguesía pudo conservar incluso su influencia en la administración estatal y en las decisiones de problemas económicos y culturales. He ahí por qué, después del 23 de Octubre de 1956, la burguesía supo, en unos cuantos días y de forma suficientemente eficaz, organizar de nuevo sus filas y actuar como una fuerza política activa (Janon Kadar –Artículos y discursos escogidos, 1957-1960) El mimetismo trotskista llega a extremos insospechados, tal es la conducta inescrupulosa de Celia Hart cuando enarbola el simbolismo popular de los cubanos para rodear de argumentos creíbles a su increíble defensa de Trostky. Vivir en Cuba y citar a José Martí es un argumento demasiado magro para atraer la atención de los comunistas, pero ni por esa. Porque la revolución cubana, niega la idea de la “revolución permanente”. Pero, tanto empeño en reivindicar a Lenin, por quienes lo han considerado en otras épocas enemigo mortal, nos suscita una pregunta cardinal. ¿Por qué no se llaman marxistas-leninistas, en vez de trotskistas? Porque en el fondo no es a Stalin, sino a Lenin a quien se quiere refutar, a quien se quiere relegar a su mínima expresión: a simple instigador de la revolución. Para el trotskismo actual, Lenin nace y muere en el 1.917, pues si no hubiese existido, Trotski, su alma gemela le hubiese sustituido sin advertir su ausencia. Otros compañeros y autores han expuesto ya con total claridad, cual fue el comportamiento de Trotski en relación con el partido bolchevique, los sindicatos, etc. y cual era el concepto que Lenin tenía de él. Eh aquí, algunas frases de Lenin, solo con ánimo recordatorio:
“Por eso creemos que ha de aumentar inevitablemente el número de marxistas polacos que se reirán de la inexistente contradicción que ahora exacerban Semkovski y Trotski” “Trotski era partidario del boicot ¡Bravo, camarada Trotski! “Y cuanto mas frecuentes sean en Rusia los intentos liberales y liquidadores incluido, claro está, Trotski) de trasladar a nuestro país esta excelente cualidad, mas resuelta debe ser nuestra réplica) “Cuantos se interesan por el movimiento obrero y el marxismo en Rusia saben que en Agosto de 1912 se formó un bloque integrado por los liquidadores, Trotski, los letones, los bundistas y los caucasianos” Basta recordar estos hechos notorios para ver la escandalosa patraña que Trotski difunde”
Los veteranos del movimiento marxista en Rusia conocen bien la figura de Trotski y para ellos no vale la pena describirla. Pero la joven generación obrera no la conoce y es preciso hablar, porque es una figura típica para los cinco grupitos del extranjero que, de hecho, vacilan también entre los liquidadores y el partido”….. etc. etc. Es evidente, que Lenin es la antítesis de Trotski, ahí están sus libros. Toda presunción de asimilarlos es un vano intento de disipar el leninismo, para condenar sus principios en la persona de Stalin. Esto es inapelable. Si Trotski y Lenin es una misma persona ¿por qué razón los trotskistas emplean tácticas reaccionarias y no leninistas? Su inclusión en los partidos socialdemócratas es una de las muchas muestras claras de que cuanto dicen y predican, son frases para la confusión. Mi intención no es defender a Stalin, frente al trotskismo, otros lo han hecho con gran tino imposible de superar, lo que me propongo es que los leninistas, dirijamos la discusión hacia los verdaderos planteamientos: Oportunismo (Trotski) o Leninismo ( Lenin). Una última cuestión, si se lee a Stalin, se puede comprender el leninismo sin haberlo leído. Si se lee a Trotski sin conocer a Lenin se puede llegar, mejor dicho se llega a odiar el leninismo. Partido Comunista Obrero Español