domingo, 19 de octubre de 2008

LAS CRISIS ECONÓMICAS (II Parte)

Las crisis económicas periódicas y la agudización de las contradicciones del capitalismo.

 

Las crisis económicas, explosión violenta de todas las contradicciones del modo capitalista de producción, vienen indefectiblemente a ahondar y agudizar todavía más estas contradicciones.

Ordinariamente, las crisis capitalistas de superproducción tienen un carácter general. Comienzan en una rama cualquiera de producción y se extienden rápidamente a toda la economía nacional. Surgen en uno o en varios países y se hacen extensivas luego a todo el mundo capitalista.

Toda crisis acarrea una reducción brusca de la producción, el descenso de los precios al por mayor de las mercancías y de la cotización  de las acciones en bolsa y la disminución del volumen del comercio exterior. El volumen de producción desciende al nivel de algunos años atrás. Durante la crisis del siglo XIX, el nivel de la vida económica de los países capitalistas se retrotraía de 3 a 5 años; en el siglo XX, el salto atrás es de decenas de años.

Las crisis económicas ponen claramente de manifiesto el carácter rapaz del capitalismo. En todas ellas, mientras millones de seres se ven condenados a la miseria y al hambre, se destruyen masas inmensas de mercancías que no encuentran salida: trigo, patatas, leche, ganado, algodón. Dejan de funcionar o se convierten en chatarra, fábricas enteras, astilleros, altos hornos; se destruyen las sementeras de cereales y de cultivos industriales; se talan las plantaciones de árboles frutales.

Las crisis traen consigo incontables calamidades para la clase obrera, las grandes masas campesinas y todos los trabajadores. Provocan un paro en masa, que condena a ciento de miles y millones de personas a la inacción forzosa, a la miseria y el hambre. Los capitalistas se aprovechan del paro para reforzar la explotación de la clase obrera y hacer descender el nivel de vida de los trabajadores.

Las crisis vienen a agudizar en grado extraordinario la inseguridad de vida de los trabajadores, su miedo al mañana. A fuerza de años de no trabajar, los proletarios pierden sus conocimientos profesionales; cuando la crisis termina, muchos de ellos no pueden ya reintegrarse a la producción. Empeoran las condiciones de vivienda a que se ven sometidos los trabajadores; aumenta el número de gentes sin hogar, que vagan por el país en busca de un jornal. En los años de crisis crece extraordinariamente el número de suicidios de los seres empujados a la desesperación; se extienden la mendicidad y el crimen.

Las crisis traen consigo la agudización de las contradicciones de clase entre el proletariado y la burguesía, entre las grandes masas campesinas y sus explotadores, los terratenientes, los usureros y los campesinos ricos. Las crisis privan a la clase obrera de muchas de las conquistas arrancadas en larga y dura lucha contra los patronos y el Estado burgués. Esto señala a los obreros que el único camino por el que pueden librarse de la explotación y la inseguridad es la destrucción de la esclavitud asalariada capitalista. Las más extensas masas del proletariado, condenadas por las crisis a indecibles privaciones, adquieren conciencia de clase y decisión revolucionaria. La incapacidad de la burguesía para gobernar las fuerzas productivas de la sociedad mina, en los sectores pequeñoburgueses de la población, el convencimiento de que el régimen capitalista es algo inquebrantable. Todo ello se traduce en la agudización de la lucha de clases dentro de la sociedad capitalista.

En los tiempos de crisis, el Estado burgués acude en ayuda de los capitalistas mediante subsidios en dinero, que en definitiva pagan las propias masas trabajadoras. El Estado, valiéndose de su aparato de violencia  y de coerción, ayuda a los capitalistas a mantener la ofensiva contra el nivel de vida de la clase obrera y los campesinos. Esto refuerza la depauperación de las masas trabajadoras. Al mismo tiempo, las crisis ponen de manifiesto la impotencia del Estado burgués ante la acción de las leyes espontáneas del capitalismo.

Las crisis son el más palpable exponente de que las fuerzas productivas creadas por el capitalismo han rebasado los marcos de las relaciones burguesas de la producción, por lo que éstas últimas se convierten en un freno para el desarrollo ulterior de las fuerzas productivas.

“La crisis muestra que la sociedad moderna podría producir una cantidad incomparablemente mayor de productos destinados a elevar el nivel de vida de todo el pueblo trabajador, si la tierra, las fábricas, las máquinas, no estuvieran usurpadas por un puñado de propietarios privados, que amasan a costa de la miseria del pueblo” (V.I. Lenin “Enseñanzas de la crisis”). Cada crisis acerca el hundimiento del modo capitalista de producción.

Las crisis revelan con una nitidez y una agudeza especiales las insolubles contradicciones del capitalismo, que anuncian su hundimiento inevitable: se comprende, pues, que los economistas burgueses se esfuercen por todos los medios en encubrir la naturaleza real y las verdaderas causas de las crisis. Intentando paliar la inevitabilidad de las crisis bajo el capitalismo, las presentan abiertamente como un resultado de causas casuales, que, según ellos, pueden llegar a eliminarse, manteniendo en pie al sistema capitalista de economía.

A este efecto, los economistas declaran que la causa superior de las crisis debe buscarse, bien en la infracción “casual” de la proporcionalidad entre las ramas de la producción, bien en el rezagamiento “pasajero”  del consumo respecto a la producción, y recomiendan para curar de crisis al capitalismo  que se aseguren formas de “consumo” como la carrera de armamentos y las guerras. Pero, en realidad, tanto la desproporcionalidad de la producción como la contradicción entre la producción y el consumo son formas inevitables bajo las que se manifiesta la contradicción fundamental del capitalismo, insuperable mientras exista este régimen.